Santiago Craig, Las tormentas

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“Desde la lámpara que colgaba encima de los platos y los vasos cayó lánguida, como una hoja, una brisa de pena que los alcanzó a los dos cuando se dieron cuenta de que hasta ahí habían llegado las cosas”.

“Decían casa, ruta, pueblo, agua y todo sonaba a un idioma inventándose. Esa agua que nombraban era otra cosa: blanda y sin color, sin gusto a nada, pero escapada de la palabra y escurrida entre los ruidos”.

“A mamá la recuerdo como se recuerda un paseo o un libro que se leyó hace ya mucho tiempo. Para describirla tendría que ser menos preciso. Como si le contara el mar a alguien que no lo conoce. Divagaría sobre eso que es el mar a veces: las olas que se arman a contrapelo y de la nada suben para precipitarse y explotar, la espuma que chisporrotea reflejando el sol en la costa, el desgano con el que el agua vuelve otra vez de la arena quieta al alboroto”.

“Lo que yo no decía era que, mientras me movía, en la casa, en la oficina, en el banco, en las boletas y los arreglos y las cuentas, sentía que empujaba una piedra cuadrada. Uno de esos mastodontes con los que los esclavos de otros tiempos construían templos y pirámides. Como los esclavos, yo sabía la piedra, pero no la pirámide”.

“Lucas hace las cosas como si fuera a tacharlas después en una lista”.

Fragmentos de Las tormentas, de Santiago Craig, Entropía, Buenos Aires, 2017.

Author: Eduardo Abel Gimenez

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