Autor: Eduardo Abel Gimenez

Uno, Dos, Tres

Uno cuenta un chiste. Dos se ríe. Pero el chiste tenía una alusión a cierto aspecto del pasado de Dos, cosa que Dos comprende unas horas más tarde, mientras viaja en el colectivo de regreso a su casa, aunque está convencido de que Uno jamás pudo enterarse de aquello. Al día siguiente hay una extraña conversación telefónica, en la que Dos le explica a Tres que nunca quiso decir lo que dijo entonces. Tres se queda pensando, sin entender, hasta que se encuentra con Uno para tomar una cerveza y se olvida de todo. Uno le cuenta un chiste.

(Publicado en este blog hace dieciséis años).

Hay que

Hay que contarlos con los dedos de los pies. Hay que tocarlos con la punta de los cabellos. Hay que soñarlos después de las cinco de la mañana. Hay que creerlos dos veces por día. Hay que llevarlos en un bolsillo interno. Hay que mostrarlos con respeto. Hay que seguirlos sin que se den cuenta. Hay que apostarlos cuando quedan pocas chances. Hay que mentirles siempre.

(Publicado en este blog hace dieciséis años).

Fondo

El agua resbala por la pared y cae en la escalera que debo bajar. Todo es blanco menos yo. A mi espalda queda un reguero de talco y madres que tratan de limpiarlo con trapos húmedos. Hay muchas cosas inútiles, pero el día que haga la lista empezaré diciendo que a mi tacho de basura le falta el fondo.

(Publicado en este blog hace dieciséis años).

Libro

Te devuelvo el libro que me prestaste, con el valor agregado de las horas de insomnio, la mancha de chocolate en la página 147, la estadía entre Expiación y Milenio negro, la mirada de la chica del subte que quería adivinar, el descubrimiento de que doblás las hojas para marcar por dónde vas, el tiempo perdido, el tiempo ganado, el tiempo que empatamos.

(Publicado en este blog hace dieciséis años).

Peluche

Los muñecos de peluche están amontonados en la caja, en cualquier posición, a oscuras, torcidos, codo con ojo, pata con cabeza, apretados, no vistos por nadie, no tocados, sin haber despertado el deseo de un solo abrazo. Aún no lo saben, pero tienen por delante un largo proceso de antropomorfización.

(Esto apareció en La Mágica Web hace dieciséis años).

Canapés

El lugar está lleno de gente. Todos de pie. Conversamos. De vez en cuando suena una risa por encima del murmullo. Dos camareras pasan con bandejas de canapés. Con cierta frecuencia alguien se desprende de un grupo y va a la deriva hasta que otro grupo lo absorbe. En ambos extremos del salón hay ventanas por las que nadie mira. La gente se divide entre quienes se meten la servilleta usada en el bolsillo y quienes la dejan en una de las mesas repartidas por el lugar. Junto a la puerta por donde entran y salen las camareras hay un ascensor, pero hace tiempo que no funciona. Algunos, los más antiguos, recordamos el sonido de la campanilla que anunciaba su llegada. Sin embargo, el ascensor ya no es tema de conversación. Ahora lo que nos preocupa es que un día dejen de llegar los canapés.

(Publicado en La Mágica Web hace dieciséis años).