Categoría: De amigos

Bastedad

[2/6/2003]

Luisa Axpe me escribió este mensaje:

Te envío una perlita que salió hoy en Clarín digital.

“Dos radios argentinas, finalistas del Festival de Medios de Nueva York”

“El Hambre, la Argentina en el tobogán”, el programa especial que condujo Marcelo Bonelli y emitió Radio Mitre, fue elegido finalista del prestigioso Festival de Nueva York, Estados Unidos, que premia “la excelencia en medios de comunicación”. El informe, que compite en la categoría “Asuntos Nacionales/Internacionales”, es un basto compilado sobre el flagelo del hambre que azota a nuestro país y fue realizado por el equipo periodístico de la emisora, que analizó el tema “desde una perspectiva netamente económica”.

Definición extraída de Diccionarios.com:
BASTO
1 adj. [cosa] Sin pulimentar, de calidad baja.
2 [pers. o acto humano] Grosero, rústico, tosco.

¿Será una crítica encubierta? ¿O habrán querido decir vasto?

Una vez más han demostrado su basta inteligencia.

El Mago de Oz

[23/11/2002]

Hace unos días escribí en Imaginaria una reseña de El Mago de Oz, referida a la traducción de Marcial Souto que acaba de publicar Maeva en España. Pero tanto o más que una reseña era el relato de cómo le vengo leyendo el libro cada noche a mi hijo Gabriel, que en diciembre cumple siete años. Pues bien, ahora estamos a punto de terminarlo: faltan menos de treinta páginas. Gabriel tiene tanta curiosidad que nos salimos de la rutina y estuvimos leyendo por la mañana. Ya le prometí que hoy mismo se enterará de que, al final, los zapatos de plata de Dorothy… ¡Oops, casi lo digo!

[23/11/2012]

A partir de entonces, en Imaginaria fuimos publicando completa esa traducción de Marcial, a razón de dos capítulos por número. En el índice de la sección Ficciones, buscando Baum, L. Frank, se puede encontrar la lista de partes.

Misterio resuelto

[22/11/2002]

Hace un par de semanas escribí aquí lo siguiente:

Index of /~nhz/dualimages/. Son seis imágenes. Tal vez sea mejor verlas de abajo hacia arriba. No creo que sean de Hao Zhang: diría que él sólo las puso en su sitio. (Gracias a Jorge Varlotta.)

Ahora Andrea Zablotsky viene al rescate (¡gracias, Andrea!). Me escribe:

“La familia del general” es de Octavio Ocampo. “Leonardo pintando su autorretrato”, “La calavera” y “La ventana de enfrente” pertenecen a Sandro del Prete. Del resto no estoy segura, pero sospecho que deben ser también de Del Prete, que jugó mucho con estas imágenes. En Internet hay varias de sus obras en este lugar.

[22/11/2012]

El post en cuestión está acá, en MW+X. Ahí mismo, Marcelo Fabián aclara dónde se puede ver algo.

Diógenes y Michel Onfray

[14/11/2002]

“El éxito y la buena fortuna de la gente deshonesta reducen al absurdo toda la potencia y la fuerza de los dioses.” Diógenes

“La rebelión es la virtud que fortalece las posiciones estéticas.” Michel Onfray

(Gracias a Marcela Carranza.)

Y sigue caminando

[24/8/2002]

Graciela Pochiero me envía sus aportes a la serie “Camina como”, que empecé aquí, y que Jorge Varlota siguió aquí. Esto escribe Graciela:

Camina como si buscara sus pisadas
Camina como si no estuviera llorando
Camina como en contra de la lluvia
Camina como si allá adelante hubiera algo
Camina como en blanco y negro
Camina como si fuera un juego
Camina como si todavía tuviera pies
Camina como nunca nadie camina

Girls!

[13/8/2002]

Me escribe Andrea Zablotsky:

Mirá qué dulce el cartelito que pusieron en un negocio que están restaurando, acá a la vuelta:

En letras grandes (sic):

SOLO PERSONAL AUTORISADO
Y más abajo, en chiquito:
(AND GIRLS)

Un cuento de elefantes

Interrumpimos nuestra programación habitual para dar espacio a un cuento de Silvia Parisi, que la autora me envió por email con autorización explícita para publicarlo aquí.

Un cuento de elefantes
por Silvia Parisi

No hay lugar a dudas: la tierra es redonda, plana, y gira sostenida por la trompa de tres elefantes. Es tan plana y redonda como esos discos de pasta que escucha el abuelo, mientras se mece y se adormece pensando en aquel mar y aquella costa del otro lado del océano. Los elefantes se dedican al mal, al bien y a los sueños, mientras hacen girar la tierra muy rápido, tan rápido que apenas lo percibimos. A eso se debe ese mareo, esa sensación de vértigo que le da a Clara, cada vez que sube un escalón, o entra en un lugar desconocido o cuando el viento cambia de dirección. De pronto, porque sí, accidentalmente, el suelo pierde su estabilidad por un momento y el mundo se vuelve un lugar desconocido. No son las pastillas, ni las hierbas, ni lo que fuma, ni el olor de las flores, ni los recuerdos, es la tierra y su velocidad. Hay dos elefantes que miran hacia el norte y uno que mira hacia el sur. De los que miran al norte, uno es el bueno y el otro es el malo, el que está orientado hacia el sur no hace más que soñar.

Hay una vieja historia sobre los elefantes; dicen que el que sueña perdió su facultad hace mucho tiempo, se le acabaron los sueños. Primero gimió y lloró, después se perdió en la locura. Intentó dejar caer su trompa, movido por el cansancio. Esto alertó a los magos que custodian a los elefantes, quienes decidieron sacrificar a los hombres, para mantener el equilibrio. Es por eso que de noche nos cuesta recordar lo que soñamos. Nuestros sueños son robados para alimentar al elefante. Es por eso que Pablo escribe en signos indescifrables historias que no terminan nunca. Por las mañanas se recuesta sobre su escritorio y tapa con el brazo los bordes de las hojas, no permite que nadie se acerque a sus papeles. Él sabe que alguien acecha sus sueños más preciados. Ni siquiera permite que Clara los lea, él ha inventado códigos y estratagemas, pero igual le cuesta recordar cada día más sus propias claves. Entonces se enfurece y el mundo se vuelve un lugar hostil, no son los medicamentos, ni la tristeza; como dicen algunos, es el elefante y el lugar vacío de sus sueños.

Mientras tanto, en otro rincón de la casa, Nicolás vive su infancia, tirado en el piso, al pie de la antigua máquina de coser. Ve cómo van y vienen las patas de la mecedora, donde el abuelo sueña con el mar y el brillo del sol sobre la playa. Ve los pies de su padre cruzados bajo la silla y los pies de Clara inseguros por el eterno mareo y la cadencia con que se arrastra la púa sobre el disco de pasta y desde el fondo de la madera oye una música, que le hace inventar cuentos de elefantes.

Fumigador

[5/8/2002]

Me escribió Graciela Montes, a partir de algo que anoté aquí sobre fumigadores:

Tu historia de los fumigadores llamó a la mía. Tengo uno del que sólo conozco el apellido, se llama Dublin, y es irlandés, por supuesto, o hijo de irlandeses. Ignoro si combate o no a las cucarachas porque en mi departamento, en este momento, no las hay, razón por la cual en las reuniones de consorcio puedo votar enfáticamente por la persistencia de Dublin, ocultando de ese modo mis verdaderas razones por las cuales pretendo que Dublin siga viniendo a mi casa. Otros propietarios opinan que nunca hubo tantas cucarachas como ahora, y que Dublin habla demasiado. Tienen razón, algún grado de logolalia tiene. Pero ése es justamente uno de sus rasgos más queribles. No sólo por el decir en sí sino por lo que dice. Dublin es una persona extraordinaria. En Navidad, una Navidad de hace algunos años, nos explicó que en realidad él no era fumigador sino teólogo, hizo varias referencias a pasajes puntuales de algunos evangelios, y al salir nos bendijo (de palabra y sin usar el chorro de su máquina de fumigar, que bien habría podido, dada la devoción que despertó en nosotros su revelación en un momento tan proclive a la parusía). En otra ocasión, y hace también unos años, entró a casa (siempre lo dejamos pasar, por supuesto) y vio a Diego estudiando en el comedor. Le preguntó qué estudiaba. Cuando Diego le dijo que estaba estudiando latín, se despachó de inmediato con algunos latinajos, Diego dice que incomprensibles, pero seguramente por culpa de su insuficiencia en latín (la de Diego, no de la del fumigador, de quien ya sabíamos, o estábamos por saber, no me acuerdo, que era teólogo). A partir de entonces y hasta la fecha, Dublin nos ha dado progresivas muestras de su omnipresencia (lo que hace pensar que posiblemente no se trate de un teólogo sino de un teo liso y llano). Viendo que Ricardo es afecto a los llamadores, de los que tiene más que cincuenta, casi todos manitos (de hierro o de bronce), aseguró que él, en su estancia, tenía algunos valiosos, realmente viejos, mencionó como al pasar, sin que pudiérarmos establecer con certeza el link correspondiente, el nombre de Juan Manuel de Rosas (tampoco nos sorprendió, dadas las conexiones, estas sí muy establecidas, del Restaurador de las Leyes con el Imperio Británico), dijo que al mes siguiente le traería dos al menos. Ricardo, iluso (su amor a los llamadores es grande), esperó en vano la llegada del fumigador. Llegó puntualmente, pero sin los llamadores, que nunca llegaron. En el medio habían intervenido algunos acontecimientos sorprendentes y catastróficos en “la estancia”, como ser incendios, desalojos, batallas entre herederos, etc. La historia se prolongó por varios meses. Podríamos habernos desengañado de nuestro fumigador, sin embargo no fue así. Seguimos escuchando con mucho interés lo que tenga para decirnos. Desde entonces nos relató varias cosas más o menos intrascendentes pero siempre rutilantes, como ser que los dueños del espeto corrido que había en la esquina de Crámer y El Cano y que se llama “Sartenes” (se llamaba en rigor, aunque el nombre sigue subsistiendo, porque murió el referente) era amigo de él, no recuerdo qué favores le debía (bendiciones, traducciones del latín, llamadores) y seguramente iba a estar dispuesto a atendernos especialmente bien si íbamos de su parte, de parte de Dublin, digamos. En otra oportunidad nos contó que era orfebre y que diseñaba las joyas de Moria Casán, preguntó si podíamos tener interés en conocerla personalmente. Declinamos la oferta. Unos días después del derrumbe de las Torres Gemelas nos relató que su yerno se había salvado por un pelo ya que se estaba dirigiendo hacia allí con un maletín lleno de dólares (o tal vez fueran llamadores, en todo caso formaban parte del préstamo acordado por el Banco Mundial a Guatemala), cuando algo lo distrajo, salvándole la vida. Nos alegramos con él por la narrow escape, como dicen los ingleses, y también él, nuestro fumigador, que cada tanto deja caer algo en inglés por el pasillo de mi casa. La última vez que vino y pude ser yo la del privilegio de recibirlo (a menudo viene cuando no estoy y siempre me deja ceremoniosos saludos), me contó que tenía un contrato en Canal 26, donde seguramente se lo podría ver a partir de julio: iba a hacer de payaso. Para demostrarlo, sin soltar la máquina de fumigar y enfundado en su prolijo guardapolvo gris oscuro con tablas (es formal, siempre viene de corbata), dio algunos pasitos en la puerta del baño y dijo algunas frases en falsete y en verso. Me acuerdo de una: “Como dijo Camaño, ya acabé con el baño”. Dijo que era la rutina de su personaje. Al salir ya había recuperado su prestancia de teólogo, se despidió dándome la mano, como siempre.

No quería que dejaras de conocer a Dublin, tal vez tengas suerte y algún día lo contraten en tu edificio, te digo para que a él sí le abras la puerta. De todas formas reconozco que, hasta ahora, no hizo ningún círculo mágico en torno a una cucaracha, pero eso se debe a que, como te dije, no hay cucarachas. La del segundo dice que tiene, pero seguramente es porque no entablaron la relación correcta con Dublin.

[5/8/2012]

El post original sobre fumigadores está también acá, en MW+X.

Luisa

[8/7/2002]

Luisa vive en un nido de águilas con losa radiante. Desde sus ventanas se ve medio Río de la Plata y dos tercios de la zona norte de Buenos Aires. Cuando cumple años e invita, uno puede estar seguro de que va a haber comida riquísima, buenos tintos y demasiado humo de cigarrillo, aunque ella no fuma. Chistes también, contados por alguien que parece haber ensayado toda la semana (¿cómo se hace para recordar y contar ocho o diez chistes al hilo, sin tomar aliento?). Y varias instancias de charla sobre la gente que se fue, la gente que se queda, la gente que vuelve, la gente que va a todas partes y la que no va a ningún lado. Sobre gatos también, como Felipa, que apenas me dedica un rápido paseo sobre mis piernas para ir a parar a otras que le gustan más.

El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. Pero Luisa, desde que la conozco, lo hace con más clase que nadie.

Mail de Iván

[14/5/2002]

Me escribe Iván Skvarca: “Por cierto, de Morente te recomiendo también, y muy enfáticamente, Omega, el disco y en especial la canción. Son versiones de temas de Leonard Cohen y también poemas de Lorca. ‘Omega’ me hace acordar a ‘Ederlezi’, el tema de Goran Bregovic. Será lo gitano.”

Iván tiene, además de un gran gusto musical, un sitio sobre juegos de ingenio que se destaca por contenido y por diseño. Conjunción poco frecuente en estos tiempos.

[14/5/2012]

Juegos de Ingenio, el sitio de Iván, sigue en pie y creciendo. Ya no en Geocities, que Yahoo destruyó a la manera de los grandes imperios, sino en su propio dominio: juegosdeingenio.org.